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Ángel M. González

Viento de Nordeste

Ocio y cultura

El ocio y la cultura se convierten en patas esenciales para la reinvención de la ciudad que persigue el equipo de Ana González. Ambos instrumentos, llevados a su máxima expresión, son canales de transmisión de la ideología política, salvaguarda de valores muchas veces más eficaz que la propia educación, y de ahí que cualquier cambio en el gobierno de turno de signo distinto al anterior suele conllevar una transformación de los contenidos y de las maneras de llevar estas manifestaciones a la ciudadanía. En el pluralismo de su universalidad existe la izquierda y la derecha, aunque la mayor preocupación en todo caso tiene que ser la utilización que se haga de los recursos públicos para ponerlas al alcance de la gente.
La nueva regencia local plantea el cambio mediante la ruptura para su reconstrucción desde el regreso al sistema de funcionamiento del pasado. Para ello la disolución de Divertia resulta irrenunciable. La constitución de esta sociedad fue el mayor exponente de los mandatarios de Foro para aplicar un modelo de gestión distinto al que hubo durante la etapa socialista, pero tampoco los resultados fueron excepcionales para las arcas municipales. Al final se convirtió en una entidad mastodóntica con saldos difícilmente soportables. No siempre la mezcla resulta exitosa. Ahora se plantea separar para volver al estadio anterior a la concentración. De una sociedad se pasará otra vez a tres, con sus consejos de administración y sus correspondientes asientos. Lo sustancial, por lo tanto, es además de la mejora de la actividad, que exista una buena coordinación, un control eficaz de los dineros y evitar que la organización genere pequeños reinos de taifas.
Precisamente sobre cultura y ocio versaron las decisiones de la primera junta de gobierno presidida por la flamante alcaldesa. Eran asuntos que habían quedado pendientes por parte de sus antecesores, que casualmente les tocó resolver con su aprobación a los actuales mandatarios y que protagonizarán una buena parte de la actuación política en la materia que estamos comentando. El Ayuntamiento ha dado el visto bueno al sobrecoste originado en la rehabilitación de la fábrica de tabacos por la aparición de los restos arqueológicos. Una modificación presupuestaria sobrevenida que, sin embargo, no representa ninguna sorpresa porque como ya se sabe el barrio de Cimavilla es un cofre de la historia. Lo relevante de la medida, no obstante, es que las obras se vuelven a reactivar después de casi un año paradas, mientras se vuelve a reflexionar sobre cuál será su destino como equipamiento cultural. Es decir, hacia donde se inclinará la balanza con la nueva corporación. Si se dedicará a lo que ha venido planteando la plataforma cívica que quiere hacer de Tabacalera un sitio de muestra y creación abierto al barrio y gestionado como una cooperativa o se atenderá a quienes consideran que el edificio tiene que albergar el museo de Gijón, como reclamaron los directores de los recintos museísticos en un manifiesto. A lo mejor se pueden compatibilizar ambos usos. En cualquier caso, el noble inmueble es patrimonio de la ciudad entera, no de un lugar, y por lo tanto tiene que servir para el disfrute de toda la ciudadanía.
Y la segunda medida de la administración fue la autorización para alquilar al puerto la parcela que ocupará la nueva edición de la Semana Negra. El festival vuelve a tener el amparo del Ayuntamiento gijonés sin objeciones. Quizás sea el momento de repensar el certamen literario-popular para actualizarlo y recuperar brío, sin que ello suponga mayor dependencia del presupuesto municipal. Más bien, al contrario.
En estos años surgieron otras iniciativas de carácter privado que han llenado la programación con una capacidad de atracción indudable y un concepto acorde con los tiempos en los que estamos. Un ejemplo se está celebrando estos días en el recinto ferial. Puede que entre los nuevos regidores haya alguien a quien se le ocurra poner en cuestión este tipo de ofertas, pero sería una equivocación hacerlo en tanto que el riesgo asumido sea ajeno y paguen lo que es debido por la ocupación del suelo. Lo mismo sucede con el aterrizaje de un promotor de macroexposiciones en el Palacio de Revillagigedo. Bienvenido sea que alguien elija Gijón para revitalizar tal espacio emblemático con muestras culturales y artísticas de gran consumo.

Sobre el autor

Periodista del diario EL COMERCIO desde 1990. Fui redactor de Economía, jefe de área de Actualidad, subdirector y jefe de Información durante doce años y desde febrero de 2016, director adjunto del periódico.


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