¡LA SALUD NO ES LO QUE IMPORTA!
Parece paradójico afirmar lo que el título dice, pero parece que, de hecho, así es y así sucede.
En cuanto caemos enfermos o perdemos la salud, que viene a ser lo mismo, le damos tanta importancia que todo lo demás queda en penumbra, en un segundo plano y se reduce la excesiva importancia que dábamos a cosas, incluso, de orden muy secundario, cuando estábamos sanos.
Las cosas insignificantes o de mediana importancia que hasta ese momento nos angustiaban, nos preocupaban, nos alteraban y ocupaban gran espacio en nuestra conciencia, en nuestras conversaciones y en nuestros actos pierden significado y quedan aparcadas. La salud entonces ocupa nuestro espacio vital y podemos llegar a sentir gran nostalgia de cuando hace tan solo unas horas estábamos tan bien y no la valorábamos.
Y es cierto. Cuando nos sentimos sanos actuamos como dando por supuesto que la salud no es lo que importa, o así son los hechos. ¿Cómo se demuestra esa pérdida de importancia sobre nuestra salud?
Sencilla y llanamente porque, estando sanos, a veces cualquier mínima contrariedad cobra un alto relieve y embarga nuestra mente, como si de una tragedia o poco menos se tratara. Empleamos gran tiempo y energía en ocuparnos de contratiempos a veces mínimos y a veces medianos y dejamos la salud en un segundo plano. Tanto que incluso seguimos castigando nuestro cuerpo, como si este fuese capaz de soportar todo lo soportable.
O sea, que, de hecho, la salud no es lo que más importa, aunque si nos preguntan qué valoramos, sobre todo, diremos que la salud, naturalmente. Los hechos nos delatan y demuestran que una cosa es lo que decimos y otra cómo actuamos.
Si nuestros comportamientos estuviesen alineados o fuesen congruentes con lo que decimos y lo que pensamos, todo sería distinto. Pero frecuentemente hay una incongruencia entre nuestros actos y nuestros pensamientos. Esa es la paradoja. Si fuese la salud lo que de verdad nos importase, cuidaríamos el cuerpo con más esmero e interés de lo que hacemos.
Si nos atenemos a nuestra forma de cuidarnos y vivir, necesitamos perderla para caer en la cuenta de su inmenso valor.
Pero lo curioso es que, cuando volvemos a recuperarla, volvemos a las andadas. Sin embargo es verdad que la salud es lo que nos debe importar, sobre todo, lo cual no significa vivir obsesionados.