Acudiendo al dicho aquel de que “la mujer del César tiene que ser honesta y parecerlo” me quiero referir a este interesante asunto. En el dicho lo primero es el “ser” y luego viene el “parecerlo”. Quiere decir que primero es la esencia, el contenido, el ser y luego el envoltorio, la imagen y la apariencia.
Si se tiene la esencia, pero no se cuida la imagen y la apariencia, se pierde una gran eficacia en la influencia. El contenido por si solo no llega, puede quedar oculto o incluso distorsionado ante el espectador o el interlocutor por muy bueno que seas. Hay muchas personas, profesionales, productos, empresas, proyectos y un largo etc. que pasan desapercibidos o casi por no saber manejar la apariencia y por eso no llegan al público objetivo. Puedes existir metafísicamente pero si no lo das a conocer y no proyectas una buena imagen es casi como si no existieses, lo que supone un auténtico desperdicio.
Por el contrario puede no haber buen contenido, esencia o producto o no haberlo bueno, pero si te las arreglas para dar la mejor impresión o cuidas en detalle la apariencia puedes engatusar y convencer llevado de la favorable impresión que la apariencia causa en el espectador, puedes engañar creando una vacua impresión. Entonces vale aquello de “las apariencias engañan o no es oro todo lo que reluce”. El inconveniente es que en cuanto se descubre el engaño o la incoherencia surge el la decepción y el desencanto. Esto es lo propio de los charlatanes y encantadores de serpientes de los publicitarios sin escrúpulos.
En la actualidad se lleva mucho más de lo deseable el culto a la apariencia y a la imagen, aunque no haya un fondo o contenido sólidos, como se da a entender. Se consigue engañar, ciertamente, aunque la cosa acaba mal una vez que resulte notorio el vacío o la incoherencia entre el fondo y la forma.
Las dos cosas son pues importantes y deben ser cuidadas, pero si se quiere ser honestos en cualquier profesión o relación debe haber relación entre la imagen y el contenido. Los que aportan esencia y buen contenido no deben olvidar que hay que llegar con el mensaje bien a su destinatario para que al “comprar” quede satisfecho y los que solo venden humo no deben olvidar que la ética es una parte nuclear de todas las relaciones, ya sean personales, profesionales, comerciales o institucionales y que no se debe engañar.
Ser y parecerlo, he ahí la cuestión. Parecer y no ser, he ahí el engaño.