REHABILITAR LA MURALLA DE OVIEDO
«Abrirse al mundo es también recuperar escenarios pasados para viajar en el tiempo»
¡Qué paradoja! Hay vestigios del Oviedo medieval que no sólo están a la vista, sino que además se encuentran muy céntricos. Sin embargo, el Oviedo medieval no sólo es muy poco conocido, sino que además, en determinados enclaves, como es el caso de la muralla, en lo esencial, comparece tapado por la maleza. Sí, es muy contradictorio que lo que se concibió para amurallar y para tapiar esté, a resultas del abandono, tapado.
La muralla, su maleza, su deterioro, la fauna que, según dicen, la habita. La muralla que era el cerco de nuestra ciudad, de una ciudad que fue el modelo literario, de ensimismamiento, de aislacionismo. Paradoja no menor, a decir verdad.
¡Ay, la muralla! Levanta uno la vista en la calle El Paraíso y, más allá, se adivina una de las caras de la antigua Facultad de Filosofía y Letras, cuya fachada principal está a un paso de una plaza donde habita Feijoo. Medievo frente a siglo XVIII. Aislamiento frente apertura a un mundo, en el que el benedictino llegó a ser, en palabras de Juan Marichal, «el desengañador de las Españas».
Tesoros del Medievo. Vestigios de una época marcada no sólo por los topicazos y las imprecisiones, es decir, por el desconocimiento, sino también, en el caso que nos ocupa, por la necesidad de poder ser conocida y reconocida.
Pero no sólo hablamos de tesoros del Medievo, sino también de otros tesoros arquitectónicos mucho más cercanos. ¿Llegará a ser real y visible que la Fábrica de Gas se rehabilite y se convierta en un espacio público que desarrolle la enorme potencialidad que tiene? ¿Tardaremos mucho en poder contemplar la muralla limpia y rehabilitada?
Más allá de la exasperante lentitud de la burocracia oficial, cuyo lenguaje tanto sofoca y abruma, hace falta voluntad política que vaya más allá de lo que acostumbra nuestra vida pública en la que, según el dirigente de turno, sus antecesores lo hicieron todo mal, frente a los actuales responsables que ponen el interés común por encima de todo.
Desde luego, sería digno de ver un espacio público que recuperase su aspecto original, que invitase a quienes lo contemplen a imaginar ese mismo escenario con la lejanía de muchos siglos de por medio.
Ciudad amurallada, ciudad que hizo del aislamiento sus señas de identidad, aislamiento combatido con éxito por personajes como Feijoo y Clarín, que, sin embargo, disfrutarían muchísimo imaginando aquel pasado con murallas y cercos.
Paradójicamente, abrirse al mundo es también recuperar escenarios pasados, en tanto salvoconductos para viajar en el tiempo a un momento histórico más oscurecido que oscuro.
Y, encima, envuelto en maleza, destructiva para semejante contemplación.