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Luis Arias Argüelles-Meres

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Recuerdos de Oviedo: Laura Antonelli en el Cine Ayala

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“La memoria no es lo que recordamos, sino lo que nos recuerda. La memoria es un presente que nunca acaba de pasar“. (Octavio Paz).

Si la memoria no me falla, “Malizia”, la película que protagonizó Laura Antonelli en el 73, llegó a Oviedo tres años más tarde, concretamente al cine Ayala en los primeros meses del 76. ¡Ay, el 76! ¡Ay, el cine italiano! Se convenía entonces que, si bien la filosofía más sesuda y sedicente venía de Francia, con Sartre encabezando la comitiva, el gran cine de entonces tenía su cuna en Italia. Pongamos que Visconti, Fellini, Bertolucci y compañía.
Invierno del 76. Por la noche, tocaba ir al cine. Y fuimos a ver la película que tenía como principal reclamo el delirante atractivo de Laura Antonelli. El sexo, sobra decirlo, formaba parte muy importante de las libertades a recuperar y a revindicar. Además, como la película era italiana, no incurríamos en nada ilícito, es decir, en convertirnos en espectadores de españoladas zafias para reprimidos.
No tardamos en darnos cuenta de que el guion podía ser el de una españolada del destape. Sólo cabía una crítica “profunda”: la condición social de la película que retrataba a una familia pequeño burguesa en la que una joven sirvienta despertaba la lujuria tanto en el desconsolado viudo como también en sus hijos adolescentes. Pero era muy poco serio argumentar tal cosa a la hora de justificar el contenido de la película. Allí, no había mensaje transcendente, ni forma de enarbolarlo. Allí, lo que se ofrecía era disfrutar de la voluptuosidad de una actriz que acabaría formando parte de nuestra educación sentimental. Pero ésta sería otra historia.
Invierno del 76. Podía escucharse un disco de Aute que contaba con un fuerte componente erótico: “Espuma”. Por su parte, como escribí en esta misma página, Patki Andión compareció aquel mismo año con un disco memorable, “Tabaco y Oro”. Y, en el cine patrio, se había pasado del destape, permitido si su santidad el guion lo exigía, al desnudo integral.
Invierno del 76. Incertidumbre en una vida pública cargada de rumores y noticias. Conflictividad social y laboral en aumento. Miedo a perder las libertades que, entre balbuceos, parecían ir recuperándose. Miedo a que, una vez más, algunos decidiesen salvar a la patria con métodos muy clásicos en nuestra historia más reciente.
Un día a día con más interrogantes que certidumbres. Un día a día en el que, a pesar de todo, la esperanza de un tiempo nuevo se abría camino machadianamente, eso sí, entre no pocos temores.
¿Y aquella película abría horizontes, mostraba que las libertades estaban llegando para quedarse, o más bien formaba parte de un pan y de un circo que, a decir verdad, no era mucho lo que en rigor garantizaba?
Invierno del 76. Calles de Oviedo. Noche invernal. ¿Y si nos olvidábamos del guion, vulgar y socorrido? ¿Y si nos quedábamos con la voluptuosidad de Laura? ¿Y si nos centrábamos en aquel cuerpo que cumplía, esta vez sí, el guion al que parecía destinado, esto es, una escenificación de un cuerpo de mujer que sabía despertar el deseo con delirio?
¿Acaso el deseo no tenía su componente innegable de transgredir la pacata moral al uso? ¿Acaso el deseo no iba también más allá de las otras moralinas más o menos librescas? ¿No era de suyo lo suficientemente importante para no necesitar de discurso moral alguno que lo justificase? ¿Acaso podía negarse que el cuerpo de Laura Antonelli, al que ella misma sabía sacarle un enorme potencial gustándose a sí misma, contaba con argumento, nudo y desenlace? Argumento para enganchar, nudo para interesarse intensamente por lo que daba de sí y desenlace en espacio y tiempo oníricos, desahogando los delirios acumulados, tan fácilmente rescatables en la memoria.

Invierno del 76. Noche fría y húmeda en Vetusta. Salimos del cine Ayala sin saber aún – insisto- que, para muchos, Laura Antonelli formaría parte de nuestra educación sentimental en aquella adolescencia que vivíamos apresuradamente de sorpresa en sorpresa, de asombro en asombro, de incertidumbre en incertidumbre.
No, no sabíamos que en aquel mismo año, la protagonista de “Malizia” desempeñaba un papel importante en la última película de un gigante como Visconti. Se trataba, nada menos, que de la adaptación cinematográfica de una novela de Gabrielle D’Annunzio, “El Inocente”. En tal película, no había sitio para la frivolidad y, sin embargo, la belleza de la actriz llegaba a estremecer.
Cine Ayala, que dio protagonismo a Laura Antonelli, no sólo por la película de la que venimos hablando, sino también por otros títulos que en esa misma sala pudieron verse , algunos infames, como el que tenía por título “¡Dios mío, como he caído tan bajo!”.
Cine Ayala, que acogió a uno de los grandes mitos eróticos de la última mitad del siglo XX, como fue Laura Antonelli, cuya trayectoria terminaría trágicamente el pasado año.
Sea como sea, aquellos años primeros de la transición no podrán explicarse sin muchos de sus iconos, sin muchos de sus reclamos estéticos, sin un cine europeo que en aquel año 76 ya estaba en decadencia.
Y no podrá explicarse la intrahistoria de varias generaciones de nuestro país sin este mito erótico que, como dije más arriba, al margen de la mayor o menor calidad de las películas que protagonizó, ocupará siempre un lugar relevante en la educación sentimental de una España que salía de una dictadura represiva en todos los órdenes y que se encontró con que el deseo llamaba a la puerta sin que las sotanas, las tocas y la censura pudieran obstruirle el paso.
Un cuerpo de ensueño, un erotismo que, nunca mejor dicho, rompía costuras, unas historias prescindibles que no sustentaban a aquel cuerpo, sino que se caían como la ropa que iba dejando por el suelo al tiempo que sus curvas avanzaban hacia la hornacina del deseo para ser mirada y admirada, para ser contemplada como a una diosa de la lujuria sin que ninguna moralina de pacotilla pudiese privarla de resplandor alguno.
Cine Ayala. Invierno del 76. Laura Antonelli: lo onírico desplegándose por la sábana del séptimo arte. Sábana húmeda y humedecida, con la ropa interior que sabía quitarse y ponerse con una maestría que hechizaba.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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