Recuerdos de Oviedo: Marzo del 76 | Panorama Vetustense - Blogs elcomercio.es >

Blogs

Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Recuerdos de Oviedo: Marzo del 76

Ver la foto en el mensajeMostrando IMG_20151019_172333.jpg

“El 76 trae un español que aprieta su mala leche de siempre que es lo único que tiene… Y hace chistes por sumarse al infinito con lo más nacional que es su amargura”. Patxi Andión.

 

Arias Navarro, que había sido el último Jefe de Gobierno con Franco, presidía, confirmado por el entonces Rey, el primer Ejecutivo de la Monarquía. Las huelgas se prodigaban de forma exponencial. La conflictividad  llegó al extremo de hacer decir a Fraga que la calle era suya. Eran tiempos de esperanzas y miedos. El entonces ministro de Exteriores, Areilza, intentaba convencer a los gobernantes del mundo democrático que España se encaminaba hacia las libertades. Fraga, por su parte, se prodigaba asombrosamente, con declaraciones a medios extranjeros que hablaban de apertura, así como de la apuesta por “una democracia fuerte”, al tiempo que ponía orden a nivel interno. Era capaz de cenar con Tierno Galván y, a los pocos días, podía ordenar la detención de destacados miembros de la oposición democrática. Y, por su lado, Arias Navarro no perdía oportunidad a la hora de dejar claro que no estaba dispuesto al cambio que el país y los tiempos demandaban.

La política lo protagonizaba todo. Tal fue así que, en el ámbito llariego, en la fiesta de los Guevos Pintos” en Pola de Siero, del 76 los susodichos se vieron adornados con las siglas de muchos de los partidos políticos que entonces tanto proliferaban y que emergían de Dios sabe qué profundidades abismales.

Eran tiempos, sí, de esperanzas y miedos. La extrema derecha, apostada en su búnker,  enseñaba los dientes en los actos de “afirmación nacional” de Blas Piñar, así como en las declaraciones, casi siempre explosivas, de Girón de Velasco. La izquierda salía a la superficie, crecida y multiplicada en sus siglas, que, en algún momento, rozaron lo incontable.

Y, mientras se acrecentaba la dialéctica entre reforma y ruptura, las organizaciones sindicales  promovían movilizaciones continuas. Y, por otro lado, en la mayor parte de las ciudades españolas se convocaban “jornadas de lucha”.

Recuerdo la que tuvo lugar en Oviedo. Fue a primeros de marzo de aquel año 76. La presencia de los antidisturbios se hizo notar. Había, claro está, muchos deseos de desgañitarse en la calle pidiendo libertades y  democracia. Había también miedo a la contundencia con la que podían emplearse las fuerzas del orden. Esperanzas y miedos, miedos y esperanzas.

No había conversación en la que la política no estuviese presente. A todo el mundo se le etiquetaba según la ideología que decía profesar. Devorábamos la prensa. Nos hacíamos con libros hasta entonces difícilmente adquiribles. Acudíamos al cine cuando se estrenaban películas que podían considerarse díscolas. No había panfleto que no leyésemos. ¿Qué iba a pasar? ¿Qué estaba pasando?

Y llegó aquella jornada de marzo. Si la memoria no me falla, fue un día claro, pero no cálido. El invierno se mantenía a pesar del cielo limpio. Si mal no recuerdo, conatos de manifestación sí que hubo muchos, pero, por una vez, las versiones oficial y oficiosa no fueron muy divergentes a la hora de señalar que no hubo ni grandes alteraciones del orden ni tampoco significativas detenciones. Fue una jornada de tensión que no llegó a estallar. Fue una forma de tomarle la temperatura a la vida pública de la ciudad. Fue un aviso por ambas partes, sin que llegasen a producirse grandes disturbios.

La tensión que se respiró aquel día fue muy grande, en efecto, pero no pasó a mayores si por tal entendemos lo que había sucedido en otras ciudades. En la heroica capital, al menos oficialmente, se mantuvo la calma.

Calma no sólo tensa, sino también febril. Porque, más allá de retóricas de ocasión y de martirologios en más de un caso buscados, lo irrenunciable por aquellos días era la forma en que bullía en casi todos un irrefrenable anhelo por las libertades, libertades en todos los órdenes.

El 76, año marcado también por las contradicciones, año que traía, tal y como cantaba y contaba Patxi Andión, un español harto y ahíto, un español que no estaba dispuesto de entrada a creer en los paraísos que muchos partidos prometían. Y, hablando de contradicciones, el cantautor aludido incurrió en ellas de forma notoria. Alguien capaz de haber creado canciones tan memorables como “El rastro” o “El Maestro” que, sin embargo, había protagonizado una versión cinematográfica del “Libro del Buen Amor” tan casposa como ultrajante ante una de las obras maestras de nuestra literatura.

El 76, siguiendo con Patxi Andión, fue el año de una canción suya que, al menos en su letra, alcanzó una calidad extraordinaria, de las mejores que se crearon en este país. Hablo de “Tabaco y oro”. Hablo de una canción con unas imágenes asombrosas que superaron con creces el efectismo más o menos oportuno y oportunista. “Que no se enfurezca el aire”. ¡Ahí es nada! Y dejo para los curiosos el reto de averiguar quién y qué protagonizaban la canción. Sociológicamente hablando, será toda una sorpresa. Estoy seguro.

El 76. Aquellos antidisturbios armados hasta los dientes. Aquella juventud universitaria que tan mala prensa tenía en los cenáculos conservadores. Aquellos lemas, sin duda, cándidos que se convertían en clamores durante las manifestaciones. Aquellas ansias por todo tipo de libertades, también en materia sexual. Aquellos señores de orden que acudían a las películas más subidas de tono, totalmente desaconsejadas por las autoridades eclesiásticas.

El 76. Aquella Asturias que evocaba su pasado glorioso en materia revolucionaria. Aquella Asturias que, como el resto del país, no podía figurarse que el cambio tan anhelado acabaría siendo mucho más lampedusiano de lo que entonces cabía concebirse.

El 76. Aquel Oviedo cuya juventud llenaba los cines y las salas de conferencias. Aquella juventud de Oviedo que empezaba a  poblar por las noches el Antiguo. Aquellas conversaciones inacabables. Aquellos encuentros con las libertades acompasados por una música que, de entrada, renunciaba a lo comercial. Aquellos sueños que tan pronto se malbarataron y traicionaron.

Siempre nos quedará, con todo, haber descubierto la piel electrizada por los sueños, la libertad en esa misma piel al entrar en contacto con otras pieles que compartían idénticas ansias. Sueños y porros compartidos, que lo lampedusiano y lo competitivo convertirían pasado el tiempo  en material de derribo y trituración.

Frente a nosotros, las tanquetas y los cascos. Con nosotros, los sueños que no todos aceptamos convertir en pesadillas.

Aquel día no llovió en Oviedo.

Temas

Blog de Luis Arias Argüelles-Meres

Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


octubre 2015
MTWTFSS
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031