Cuando faltan cuarenta y siete días para las elecciones generales la situación en el PP asturiano sigue degradándose. El choque frontal entre los partidarios de Mercedes Fernández y de Teresa Mallada ha dado paso a un episodio grotesco, al recibir Pablo González un anónimo ofensivo que un informe policial, al parecer, adjudica a Luis Venta Cueli, dando paso a una expulsión fulminante de Venta como miembro de la dirección nacional del PP y su suspensión como secretario general del PP regional. Pablo González es un dirigente de la confianza de Teresa Mallada, y posible número dos de la candidatura autonómica, mientras que Venta Cueli es el principal colaborador de Cherines, formando tándem con ella al frente de la organización asturiana. Un incidente entre los segundones que es un exponente de la tensión que hay entre las dos lideresas. Venta Cueli asegura que no amenazó a nadie y anuncia iniciativas legales para hacer valer su inocencia. Mallada lo califica de indigno y aprovechó la ocasión para reclamar «responsabilidades a los más altos niveles, caiga quien caiga y le pese a quien le pese». Como está claro que la candidata popular se refiere a los más altos niveles dentro de la organización regional, está pidiendo que Cherines pague un coste por el anónimo. Me parece lógico siempre y cuando se demuestre que Mercedes Fernández tuvo alguna participación, directa o indirecta, en el mensaje sin firma. En caso contrario, lo que pide Mallada es un imposible. En medio del desencuentro entre los dos bandos, llama la atención la rapidez con que la dirección nacional sancionó a Cueli (expulsar a alguien de la dirección de un partido es una medida punitiva). Espero que lo pueda demostrar en los tribunales.
Mientras la comedia del agravio se desarrollaba, la dirección nacional del PP dio a conocer que Mercedes Fernández no estará en ninguna candidatura electoral. No entiendo cómo Cherines aspiraba a ir en las listas del Congreso de los Diputados o del Senado. Tenía que haberse dado cuenta de que cayó en desgracia cuando el equipo de Casado la descabalgó de la batalla autonómica. Tras repetir durante años que ella sería la primera mujer a la que le correspondería el honor de presidir el Principado, vio cómo los jefes elegían a Mallada para esa tarea. Los apoyos sucesivos que dio a Cospedal y Sáenz de Santamaría fueron decisivos para quedar marginada. Más grave que mandar anónimos a Pablo González es apuntalar a los rivales de Casado.