Alicia Castro deja la política después de llevar media vida dedicada a ella. En la actualidad representa a los asturianos en el Congreso de los Diputados, responsabilidad que ejerce con ganas e ilusión, como lo prueba la gran cantidad de intervenciones parlamentarias realizadas en este mandato. Tras el silencio mantenido por la cúpula del PP después de los comicios autonómicos del pasado mayo, dejando todo el protagonismo al PSOE e IU, llega la sorprendente renuncia de Alicia. ¿Qué decir ante esta situación?
El PP es uno de los dos grandes partidos de la vida política española, de modo que su imagen en cualquier comunidad autónoma está muy mediatizada por la actividad de sus líderes nacionales, particularmente por el hacer de Rajoy. Esta circunstancia se repite en todos los territorios, pero en el caso de Asturias tiene una especial proyección, porque la dirección regional del PP vive casi exclusivamente de la imagen nacional de su partido, como hace unos años se apoyaba en las actuaciones de los ministros de Aznar (Rato y Álvarez-Cascos). Cuando el debate tiene unas rigurosas coordenadas asturianas, caso de las elecciones autonómicas y municipales, pierden los candidatos del PP frente a los socialistas, pero cuando se trata de una disputa nacional, como en las elecciones generales, los candidatos del PP asturiano ganan a la izquierda. Esta suerte dispar en las urnas muestra claramente que la debilidad del PP tiene que ver con el trabajo en la región y en los municipios, donde el partido está demasiadas veces ausente.
La tercera derrota de Ovidio Sánchez en las urnas ante Álvarez Areces y el abandono de Alicia Castro marcan el final de un ciclo en el PP regional que se había iniciado sobre los escombros de una organización debilitada tras la crisis desarrollada entre el Gobierno de Sergio Marqués y el aparato del partido. El PP asturiano tiene que empezar una nueva etapa y está en mejores circunstancias para hacerlo que unos años atrás, porque a escala nacional Rajoy mantiene unas expectativas altas de voto, y en Asturias se da un fenómeno nuevo: la izquierda se encuentra totalmente dividida, y el Gobierno regional va a tener que gestionar los intereses generales con el Parlamento en contra.