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Alberto del Río Legazpi

Los episodios avilesinos

El triángulo del ocio

        Entre finales del siglo XIX y primeros del XX Avilés revolucionó su urbanismo agrandándose la ciudad al unir la colina donde se levantaba la antigua villa amurallada con la que sostenía el barrio de Sabugo. Cemento y tierra escondieron el agua que las separaba y sobre ellos se levantó una plaza del mercado y se sembró un parque. Había nacido un llano firme entre las dos colinas.

        Y cuando comenzó a urbanizarse la zona, la vida social bajó al llano. Fue el caso de José Alonso García propietario del café Louvre en la plaza de España, que se fue en 1890 al territorio recién conquistado a fundar el Gran Café Colón. También la familia Suárez que regentaba el conocido Café Imperial (que habían fundado en 1872) en el actual número 16 de la calle La Ferrería trasladó, en 1900, su negocio hostelero justo frente al Colón -en la calle Marques de Teverga, hoy La Muralla- ocupando el bajo de un edificio de cuatro pisos en cuya primera planta estaba el Casino de Avilés, entidad parece ser que fundada en 1872.

        Allí al lado del nuevo parque de El Muelle muchos avilesinos consumieron durante años bastantes horas de entretenimiento y diversión. Paseando por la zona con Manolo Vázquez Montalbán -en la primavera de 1982- y cuando yo le explicaba estas cosas quedamos de acuerdo en que esto había sido un triángulo del ocio como tiene que ser. Nada que ver con el Triángulo del Opio situado en el norte de Tailandia. Así era Pepe Carvalho.

        El Colón era el prototipo de esos grandes cafés de planta y piso que hoy son casi de museo. Aquello era un mundo donde se tomaba algo (de licores exóticos a leche de vaca recién catada) y se jugaba a todo (de ajedrez, dominó y parchís a brisca, mus y póker) y hasta hubo un tiempo en que se podía ver el invento del cine, mudo por supuesto. Y en el primer piso piano creando ambiente y baile popular, sábados y domingos, a ritmo de sonoras orquestas. Con el tiempo hasta hubo exposiciones de arte.

        El Imperial, en los bajos del Casino, era frecuentado por gente más alterada en general y no por las actuaciones de tonadilleras y cupletistas que a veces contrataba la empresa sino porque el personal era como más inquieto, más revolvín. Abundaban las tertulias destacando sobre todas una (ver ‘La tertulia prodigiosa’ en LA VOZ DE AVILÉS del 9 de noviembre de 2014) que le aportó a la ciudad la primera biblioteca pública cuya nieta podemos ver hoy en la Casa Municipal de Cultura.

        El Casino, que es un episodio aparte, fue fundado como lugar de reunión de avilesinos adinerados e influyentes. Como todo casino que se precie reunió notables elementos de ocio y tal. Pero al margen de mullidas alfombras rojas, cortinas granates, sofás de peluche, espejos y arañas en el salón de baile de la alta sociedad jugó un papel, tan destacado como desconocido, en la vida cultural de la ciudad. Para muestra el detalle del poeta y escritor español Gerardo Diego escogiendo el Casino de Avilés para celebrar en él sus bodas de plata con la poesía.

        Luego también estaba el paisaje metálico que ofrecía el triángulo. La historia es que el Colón añadió una terraza voladiza en 1905 abrazando todo el café y desde la que se dominaban dos calles (La Muralla y Cuesta La Molinera), una plaza (de Pedro Menéndez), un palacio (de Camposagrado) y el parque (de El Muelle) y por supuesto el edificio donde domiciliaban Café Imperial y Casino al que esta modernidad le cogió bailando un vals. Algo que arreglo en 1907 un constructor conocido como El Chino montándole a la carta una terraza voladiza similar para que los socios no envidiasen la del Colón, que en el momento de escribir estas líneas sigue allí, mientras que la del Casino fue desmontada en 1933 por exigencias de la entidad bancaria que alquiló el local donde había estado el Imperial. Por un tiempo (26 años) un pequeño espacio, de dos esquinas enfrentadas, de la calle de La Muralla de Avilés se convirtió en un remedo del casco histórico de Nueva Orleans. USA.

        El Imperial, ya decía, cerró sus puertas en 1933 (y Avilés perdió mucho) y antes de finalizar el siglo XX lo hizo el Colón (y Avilés perdió más) y el Casino trasladó su sede a un cercano local más amplio y sin perder la sombra del parque.

        Hoy en aquel triángulo del ocio el tiempo lo mide, y con ejemplar exactitud, un enorme reloj cuadrado situado en los altos del inmueble donde estuvo el Imperial, con el Casino encima, mirando hacia el Colón. Ese reloj lleva parado años.

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Los episodios avilesinos es un blog de La Voz de Avilés

Sobre el autor

Espacio dedicado a aspectos históricos, biográficos, costumbristas y artísticos, fundamentalmente de Avilés y su comarca actual, así como a territorios que, a lo largo de los siglos, le fueron afines. Tampoco se excluyen otras zonas del planeta


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