“Querido y admirado maestro: Leí su “Noluntad Nacional”. Mucha razón tiene usted. España no sabe lo que quiere y, acaso, no quiere querer”. (De una carta de Machado a Unamuno en 1915).
Doy por hecho que la mayoría de nuestros dirigentes políticos –empezando por Rajoy- no dedican mucho tiempo a la lectura de nuestros clásicos de la llamada generación del 98. Pero lo cierto es que, si se topasen con un texto de Unamuno que tiene por título “La noluntad nacional”, la sorpresa sería mayúscula. Pasaríamos de la voluntad de no ser a una Legislatura marcada, ante todo y sobre todo, por el marasmo.
Mientras la atención se centra en las idas y venidas de Puigdemont, apenas queda espacio en el debate público para hablar de la mísera “subida de las pensiones”, para poner coto, con algo más que retórica, a la corrupción galopante que, día tras día, golpea nuestra sensibilidad en los juicios que se están celebrando.
Tampoco tiene protagonismo esa reforma constitucional de la que se habla, sin que sepamos no ya qué se quiere cambiar, sino tan siquiera si hay voluntad de reformar todo aquello que permite una serie de privilegios a la mal llamada clase política, privilegios a todas luces insultantes en una situación en la que la crisis no es sólo un mal recuerdo, sino una realidad que continúa produciendo desgarros y sufrimientos.
Desde luego, el problema catalán es grave, tal cosa no se pone en duda, pero no es de recibo que obnubile el resto de desafíos y urgencias que tiene este país. Estamos en una Legislatura en la que apenas se aprueban leyes, en la que no se logran acuerdos mínimos, ni siquiera en el tema presupuestario, en la que no se abordan el resto de asuntos que nos apremian.
Aquí, volviendo a Unamuno, lo que se percibe es la no voluntad de responder a los retos del momento, la no voluntad de articular un proyecto de país en el que la inmensa mayoría encuentre acomodo, y no sólo en lo que se refiere a la vertebración territorial.
Y, por cierto, al margen de otras muchas consideraciones, cabría preguntarse qué pudo haber pasado, qué se hizo de forma inadecuada para que el independentismo en Cataluña haya aumentado de forma exponencial en los últimos años, y con esto no se pretende justificar el modo de actuar circense de ese señor que reside en Bruselas y que viaja a Dinamarca, sino que hay cosas que exigen una seria reflexión que, desde las instancias gubernamentales no hay disposición de hacer.
Se necesita debatir sobre muchos asuntos, se hace necesario buscar grandes acuerdos con una perspectiva de Estado, se pone de manifiesto la urgencia de, una vez más, reinventar el país.
Y, ante todo eso, sólo parece tener protagonismo el llamado problema catalán que, por cierto, no es sólo de sus políticos, sino también de una parte no pequeña de la ciudadanía cuyo desapego sigue siendo, con mayor o menos racionalidad, creciente.
Esto escribía Unamuno en su artículo “La Noluntad Nacional” en 1915: “Los que forman el comité de un partido político no quieren nada para la nación. A lo sumo para sí mismos”.
¿Les suena? ¿A que podría decir lo mismo 103 años después, viendo el marasmo de esta Legislatura?