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José María Urbano

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‘EL REY ESTÁ DESNUDO’

El veterano dirigente vecinal de Llaranes Gabriel Alzola denuncia, como el niño del cuento de Andersen, la inconsistencia de la polémica con la marquesina de El Pozón

A uno le tocó en cuarto o quinto de bachiller el estudio en la clase de francés de una de las obras más conocidas de Hans Christian Andersen, ‘Le roi est nu’, la simpática fábula que nos sirvió durante algunas semanas como texto sobre el que profundizar en nuestro conocimiento y en el manejo de un idioma que nos inculcaba el padre Jesús, un dominico asturiano que había vivido durante años en Bruselas y que había introducido en el aula técnicas avanzadas de enseñanza, como el método Assimil, todo un lujo en aquel tiempo.
El caso es que aquella fábula del escritor danés dio para mucho en aquella clase y desde entonces el título de esa obra me sigue provocando una sonrisa no solo por el recuerdo de un tiempo especial por tantas cosas –¡ay la edad–, sino por el resumen perfecto de situaciones en las que el ser humano muestra en ocasiones su condición más descarnada. Y que cada uno elija el que a su juicio mejor defina ese estado mental que a veces lleva a alguno a ir más allá de lo razonable.marquesina-blog
Ya saben: dos pícaros se colaron en la corte del emperador y le hicieron ver que eran capaces de confeccionarle el traje con la tela más suave y delicada, aunque, eso sí, ese traje sería invisible para cualquier estúpido o incapaz en su cargo. Después de pedir ingentes cantidades de dinero para comprar aquellas telas, llegó el día de mostrar el nuevo traje. Los pícaros simularon vestir al emperador, que lógicamente no se atrevió a decir «ni pamplona» sobre su desnudez para que no pensaran que era estúpido o incapaz, y cuando salió a la calle para que la muchedumbre conociera la obra de aquellos ‘genios’, todo el mundo optó por callar, cuando no a mostrar su admiración por la obra, hasta que un niño exclamó: Le roi est nu. El rey está desnudo. Adiós a la memez.
A 150.000 euros asciende la reubicación de la famosa marquesina de El Pozón, en la Avenida de Santa Apolonia, que lleva meses acaparando la atención de algún grupo de vecinos y, nos dicen, hasta de estudiosos de un patrimonio industrial del que al parecer la marquesina sería un elemento a la altura de la Central Térmica o el edificio de la antigua Telefónica de Ensidesa. Bien es cierto que para otros –a lo mejor esa mayoría silenciosa que nadie es capaz de ver hasta que se hartan de su ninguneo y muestra su poderío en la calle, como estamos teniendo oportunidad de observar estos días en Cataluña–, la marquesina de El Pozón no es más que una original parada de autobús retocada con el paso de los años con cemento para reparar algunos desconchones y hasta buena parte de su estructura tras haber sufrido el impacto de algún vehículo.

Con motivo de la reurbanización obligada por la reforma de la Avenida de Santa Apolonia, una de las arterias más importantes de la ciudad, el Ayuntamiento, su equipo de gobierno, se sacó de la manga un referéndum para conocer lo que pensaban los vecinos al respecto. Y como suele suceder en estas ocasiones, en las que la política trata de banalizar instrumentos serios que están al servicio de los ciudadanos para asuntos importantes, el resultado del referéndum –derribar la marquesina y construir otra similar en otra ubicación– provocó la reacción de quienes se apuntaron a una cruzada para defender lo que a su juicio y al de concienzudos estudios, según los mismos promotores de esa cruzada, era un elemento del patrimonio industrial de primer orden. Resultado: marcha atrás del Ayuntamiento, ninguneo a los vecinos a los que se había llamado a participar en tan crucial decisión, petición de un estudio a una ingeniería para saber si la marquesina se puede mover o no, y presupuesto final que asciende a 150.000 euros –con todos los partidos de acuerdo, menos Ciudadanos– para que ese símbolo de la industrialización en el que la mayoría no habíamos reparado pueda ser reubicado en una calle de Llaranes.

(No deja de llamar la atención esta ‘sensibilidad’ de todos los concejales de Avilés con la marquesina de El Pozón, mientras en plena Plaza de España, en El Parche, en el centro mismo de esta ciudad, llevan ocho años permitiendo que el propietario de un solar no acabe de instalar un trampantojo para tapar esa vergüenza de un solar en ruinas, justo enfrente de un hotel de cinco estrellas, de un edificio histórico –de los de verdad–, y en la plaza sobre la que pivota todo el casco histórico. Una loa al esperpento).

En la fábula de Andersen fue un niño el que dejó en ridículo a todos, desde el emperador hasta el último habitante del pueblo cuando puso de manifiesto desde su candidez la desnudez del rey.

En Avilés ha tenido que ser un dirigente vecinal veterano, Gabriel Alzola, presidente de la Asociación de Vecinos de Llaranes, el que ha hablado –en LA VOZ DE AVILÉS– sobre ‘el traje del emperador’: «Al 90 por ciento de los vecinos de Llaranes les importa un bledo la marquesina». «Medida sin sentido». «Se hace una consulta ciudadana y luego la Corporación no la asume». «Con cuatro encofradores y tres albañiles hacemos todas las viseras que quieras como esa. No encuentro el valor que dicen que tiene».

Alzola, que lleva años defendiendo a su barrio y tratando de corregir y encauzar los problemas que de vez en cuando se presentan, se ha cansado de año y medio de idas y venidas y con la misma sencillez del niño del cuento, ha puesto las cosas en su sitio.

Lo de la marquesina de El Pozón empieza a correr el riesgo de convertirse en el mismo disparate protagonizado casualmente por los mismos que hace un par de meses aseguraron en público que el barrio de Llaranes era por su historia y por su configuración urbanística un elemento de promoción turística de Avilés al mismo nivel que el casco histórico de la ciudad, que fue declarado Conjunto Histórico-Artístico el 27 de mayo de 1955 y en cuyas calles se adivina su milenaria historia

Le roi est nu. Y vuelvo a sonreír.

 

Dos apuntes

Dos apuntes finales para dos cuestiones que merecerían cada una el espacio de esta página. Se cumplen este mes de octubre veinticinco años de la Marcha de Hierro, la histórica movilización protagonizada por los trabajadores de la siderurgia asturiana y vasca, que llegó caminando a Madrid para oponerse al Plan de Reconversión de 1992. De aquella magna movilización obrera y sindical quedan dos cosas fundamentalmente: las condiciones de las prejubilaciones, de las que siguen viviendo muchas familias, hijos y hasta nietos de aquellos trabajadores afectados por la reconversión. Y la existencia del enclave Avilés-Gijón convertido hoy en un referente europeo del líder mundial de la siderurgia, ArcelorMittal.

Ayer falleció Toni Cuervo, el mítico defensa del Real Oviedo, que fue el gran entrenador del C. D. Ensidesa de Juan Muro de Zaro, el hombre del ascenso a Segunda A. Un extraordinario deportista y una persona íntegra hasta el extremo. Avilés no debería olvidarle nunca.

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 15 de octubre de 2017

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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