Perdón por no haber escrito antes, pero he estado realmente atareado desde que he vuelto al “mundo real”. El tiempo y la realidad son muy relativas y cambiantes en el continente blanco. Así que finalmente en lugar de regresar en un Hércules de la fuerza aérea chilena el jueves, volé de regreso en un avión comercial el lunes (ver foto 1).
4 días más tarde de lo esperado con respecto al último plan y 6 con respecto al itinerario original que tenía. Los últimos 4 días sirvieron como cámara de descompresión (responder mails, reactivar cosas que habían quedado paradas…) antes de regresar. Sin muestras que tomar o experimentos que realizar ya no quedan excusas para no retomar los manuscritos que se habían quedado “medio parados” durante el intenso trabajo en terreno. Esta sensación de regresar a lo cotidiano se transforma en un hecho consumado cuando uno llega al aeropuerto de Punta Arenas (ver foto 2) y tiene que rebuscar la cartera que ha pasado 55 días olvidada en el fondo de una mochila. Aquí ya todo es diferente, para ingresar hay que mostrar el pasaporte y el dinero vuelve a ser la moneda corriente.
Se terminó el “mundo sin fronteras” L, pero llegamos a un mágico lugar donde pude darme una ducha que durase más de 5 minutos J. Tras la ducha, como si de un grupo de reos se tratase, fue el momento de varias pichangas (abundante plato chileno a base de patatas fritas, queso, aguacate y carnes variadas) y cervezas. Los chicos estaban de vuelta en la ciudad y había que celebrarlo. A la mañana siguiente se acabaron las celebraciones y llegó el momento de ¨enfrentarse al ruido¨. El ruido resulta extraño y molesto cuando regresas, pero no hay tiempo que perder. Hay ropa que devolver y permisos para transportar muestras que debemos conseguir en el Instituto Antártico Chileno. Después pasé dos días comprando cajas, embalando frascos y preparando los últimos documentos para el envío. Parece increíble, pero a veces resulta tan difícil o más el enviar las muestras en el “mundo real” como ir hasta la Antártida y tomar las muestras mientras nos congelamos las manos. ¡Maldita burocracia! Ahora que las muestras ya están de camino hacia sus respectivos destinos (Valdivia, Coyhaique y Alemania) nos toca regresar a nuestros hogares (ver foto 3) esperando que ellos o nosotros no hayamos cambiado tanto como para no reconocernos mutuamente. Hasta el próximo año mis malolientes vecinos, ¡nos volveremos a oler!
Suena de fondo ¨The boys are back in town ¨ de Thin Lizzy.