En la Antártida es muy fácil perder la noción del tiempo. Con una exigua noche que no es noche del todo (al menos durante estos primeros días) no sabemos si es madrugada, tarde o noche. Lo único que nos ayuda a regular algo más nuestros biorritmos es el horario espartano de las comidas en la base. En nuestro caso esta primordial tarea recae sobre el increíble equipo de cocina, porque aquí no sólo hay científicos, aunque de eso hablaremos más adelante.
Sin embargo, estos magos del “cocinar algo sabroso con lo que haya” también necesitan descansar, sobre todo porque alguno de ellos pasará unos 6 meses por estos lares. Así que el domingo es nuestro momento, es hora de demostrar que no solo de artículos vive el científico. Con nuestra mejor voluntad y la guía de nuestros chefs preparamos la comida o almuerzo, como dicen aquí, para toda la base. Nadie espera una receta digna de master chef, menos cuando un no profesional tiene que cocinar para casi 50 personas. Hoy tocan papas duquesa con chuletas en su jugo, algo sencillo pero sabroso. Cuando estás aquí el momento de comer es especial. Se disfruta más con menos, y siempre se aprovecha para conversar un poco, saber cómo les está yendo a los otros investigadores e intercambiar alguna broma. Por la tarde nos toca preparar todo el material que usaremos al día siguiente. Además, si todo va bien, haremos una sesión de cine durante la tarde-noche. La película no es lo principal. Lo importante es reunirnos, compartir un buen rato con algunas palomitas y recargar pilas para la semana que empieza. Llevamos casi una semana aquí y de momento todo está yendo muy bien, pero ya tenemos aviso de que el viento hará su aparición durante los próximos días. Así que debemos aprovechar antes de que Eolo nos golpee mientras cocinamos en este largo domingo antártico.
Suena de fondo “Con Alma” con Dizzy Gillespie a la trompeta, Sonny Rollins y Sonny Stitt al saxofón.